Anillo de César

Alguno había murmurado que Casio no difería de César en las ambiciones, pero que no alcanzaba la altura del ribete púrpura de su toga en la inteligencia.

Porque es mejor no mandar sobre nadie que ser esclavo de alguien.

Solo entonces la diosa extendió los brazos para envolver en la blanca toga de la eternidad a su hijo amado

amado Osiris en el cuerpo amante de Isis

Ellos, los beneficiados, los perdonados, los favorecidos, lo habían apuñalado en la mañana del Día Negro

“¿Perdoné a tantos para que pudieran asesinarme?”

“Espero que alguien haga lo mismo por mí, algún día, pensó César ante una lámpara que se extinguía, que alguien vaya por mí a los territorios de la muerte y del olvido, y que una, pedazo a pedazo, las piezas de mi nombre y de mis hechos, que descifre de alguna manera mi impulso y mi sentido, que rescate mi anillo de las lóbregas cenizas y que encienda una luz por Julio César”

con César como un águila desprendida de su brazo y proyectada al misterioso futuro

Sobrevivir podía convertirse en la única consigna. Y para sobrevivir había que callar, obedecer, delatar y traicionar

“La única inmortalidad que podemos conocer los seres humanos es la de la memoria”