Publicado por primera vez en 1958, y de nuevo en 1960 con la añadidura del relato «El antimonio», Los tíos de Sicilia es la obra en la que Sciascia alcanza su plena madurez como escritor y en la que su talento de tejedor de historias brilla en su estado más puro. Con una voz a la vez tenue y firme, el escritor siciliano define en estas cuatro magistrales nouvelles los elementos esenciales de su narrativa: la atención a los detalles, la perenne confrontación entre Sicilia y el mundo, la pérdida de la inocencia, la denuncia de los poderosos y la lucidez para captar las paradojas, los engaños y las burlas de la historia con su inconfundible humor negro. No es casualidad, de hecho, que precisamente las palabras de uno de los personajes más memorables de este libro puedan servir como epígrafe para toda la obra de Sciascia: «Y me sentía como un acróbata que camina sobre la sirga: mira el mundo con la alegría del vuelo y luego le da la vuelta, se da la vuelta, y ve bajo de sí la muerte (…). En una palabra: sentí el furor de ver las cosas desde dentro, como si las personas, las cosas fuesen como un libro que se abre y se lee. También el libro es una cosa, lo puedes poner encima de la mesa y mirarlo apenas, incluso para apuntalar una mesa coja lo puedes usar, o para tirárselo a la cabeza a alguien, pero si lo abres y lo lees se convierte en todo un mundo. Por eso, ¿por qué las cosas no han de abrirse y ser leídas como si fueran un mundo?».
«Yo creo en los sicilianos que hablan poco, en los pobres que nos saludan con gesto cansado, como desde una lejanía de siglos… Este pueblo necesita ser conocido y amado por lo que calla, por las palabras que guarda en el corazón y no pronuncia». EXTRACTO