ariana ibañezje citiraoпре 4 године
Me gustan, me gusta poder decirlas aunque a veces algunas me causen una cierta repugnancia. Me sobrepongo a la repugnancia y ya puedo evitar totalmente las arcadas cuando la viscosidad me excede. Nada debe excederme. Los sapos me rondan saltando con cierta gracia, a las culebras me las enrosco en los brazos como suntuosas pulseras. Los hombres que quieren acercarse a mí –los pocos que aparecen por el bosque– al verlas huyen despavoridos. Los hombres se me alejan para siempre.
¿Será esta la verdadera maldición del hada?
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