«A pesar de las dificultades y los tropiezos y de algún temor que ya sentíamos, creíamos que eran dificultades superables y que no era fácil –ya teníamos conciencia de eso– hacer política en Colombia con los principios nuestros. Pudimos comprobar en carne propia que la democracia era muy estrecha y efectivamente no funcionaba, que en Colombia no se podía opinar distinto del establecimiento y que era muy peligroso hacer política por fuera de los partidos tradicionales. Comprobar eso fue muy duro, pero nos dábamos ánimo y decíamos: "Eso es lo que hay que cambiar, por eso es que hay que seguir luchando, por eso es que no nos tenemos que acobardar, porque si no, eso nunca va a cambiar y la situación del país va a ser peor cada vez". Entonces, con esa reflexión, decidíamos seguir adelante a pesar de las dificultades».
Al igual que Imelda, todos los demás protagonistas de este libro –sobrevivientes del exterminio de la Unión Patriótica y familiares y amigos de las víctimas– cuentan sus historias con emoción y franqueza, con dolor y rabia, pero también con guardada esperanza de que los ausentes vivan en la memoria de muchos y los hechos no se olviden. Confían en que se aprenda del sufrimiento, en que se esclarezca la verdad y se haga justicia y, sobre todo, en que lo que ellos han tenido que vivir no se repita jamás.