Katharine McGee

«La maldición del ganador —susurró Nadia en sus audiorreceptores en un tono que a Watt se le antojó un tanto juguetón, o eso habría jurado—. Según esa maldición, el vencedor obtiene exactamente lo que desea, tan solo para descubrir que no era exactamente lo que esperaba».

«La maldición del ganador —susurró Nadia en sus audiorreceptores en un tono que a Watt se le antojó un tanto juguetón, o eso habría jurado—. Según esa maldición, el vencedor obtiene exactamente lo que desea, tan solo para descubrir que no era exactamente lo que esperaba».

A partir de la planta 150, el acceso al exterior quedaba prohibido;

Zahra —se rio Watt, levantando en brazos a su hermanita de cinco años.

hermano mellizo, Amir,

No significa nada», se repetía una y otra vez, pero una parte de ella sabía que no era verdad. Al menos para Leda sí que significaba algo.

holoprogramas que veía e incluso si se estaba divirtiendo con ellos

La hizo mi madre. Siempre lo estaba fotografiando todo —replicó Cord—. Me acordé de que habías dicho que no tenías muchas fotos de tu madre, de antes. He encontrado esta y… en fin, deberías quedártela tú.

—Te llevo siempre en el pensamiento, Aves —dijo Atlas, y luego cerró la

—Sí, eso tenía entendido —respondió Cord, con un risueño destello en la mirada—. Pero intento entablar conversación con la chica que trabaja aquí, y si eso supone comprar algo de porquería, adelante.