Los historiadores son para mí como la pelota que me viene por la derecha,[16] porque son gratos y fáciles; y, al tiempo, al hombre en general, cuyo conocimiento busco, lo encuentro allí de forma más viva y más completa que en ningún otro lugar, con la variedad y la verdad de sus sentimientos íntimos, de bulto y en detalle, con las variadas formas en que se relaciona y las de los accidentes que lo amenazan.