Marie Lu

Cuídate, June. Quiero volver a verte cuando haya acabado todo esto.

Ñam, ñam, nitroglicerina…

Ñam, ñam, nitroglicerina…

Aun así, no quiero pedir un médico. Los medicamentos inhiben el sistema inmunológico, y siempre he preferido que mi cuerpo se enfrente por su cuenta a las enfermedades (algo que desesperaba a Metias).

—¿Ahora te crees cada palabra que dice? ¿Me estás intentando decir que es culpa de la gente el que la República sea como es?

—¿Ahora te crees cada palabra que dice? ¿Me estás intentando decir que es culpa de la gente el que la República sea como es?

—Me llamo Day —digo—. He luchado contra todas las injusticias por las que ahora estáis protestando. He sufrido lo mismo que habéis sufrido vosotros. Igual que vosotros, he visto a mi familia y a mis amigos morir a manos de los soldados de la República —hago un esfuerzo por contener la cólera y respiro hondo—. He pasado hambre, he sido golpeado y humillado. He sido torturado, insultado y silenciado. He vivido en la miseria junto a vosotros. He arriesgado mi vida por vosotros, igual que vosotros la habéis arriesgado por mí. Nos hemos jugado la vida por nuestro país; no por el país en el que vivimos ahora, sino por el país en el que deseamos vivir. Todos vosotros, todos y cada uno de vosotros, sois héroes.

Los cánticos son ensordecedores y ahogan cualquier otro sonido. El joven Elector clava los ojos en mí, y al devolverle la mirada me doy cuenta de que June tenía razón. No quiero que la República se hunda. Quiero que cambie.

—Me pareció bonito.

Abro el envoltorio y me quedo sin aliento al ver lo que contiene: una cadena de plata con un rubí tallado en forma de lágrima, bordeado de pequeños diamantes y envuelto en tres hilos de plata que lo rodean en espiral.

Tú, sin embargo… Tú eres lo que necesita la gente. Tienes la posibilidad de cambiar las cosas —me agarra la mano con una dulzura dolorosa y acaricia con sus dedos ásperos el lugar donde estaba el anillo—.