hablaron como los cristianos hablan del Paraíso, sin saber dónde está.
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conceptos por él desconocidos, ajenos a su experiencia personal; por su contenido real aún no habían pasado a sus sentidos, sino mediante las palabras de los otros. En cierto modo conceptos inexistentes, y sin embargo, dueños de mayor relieve en su conciencia.
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Si en verdad al morir toda nuestra vida regresa merced a un violento recobrar de la memoria, aquello que estaba recordando era su vida, y lo que estaba viviendo era su muerte.
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¿Cuántas horas faltan para que todo lo mío quede rígido y se agoten la facultad de pensar y la pena de sentir?
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or la casa”.
Don Vasco no usaba látigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenía, eso sí, una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder.
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Don Vasco no usaba látigo con sus hijos ni con sus perros, pero tenía, eso sí, una latigante mirada, una latigante palabra, un latigante gesto de poder.
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En la Teresa de entonces quedó también el proyecto, la voluntad de pararse frente a don Vasco y exigir.
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en una sociedad en la cual una mujer sin marido –cuando lo consiguiera y lo perdió– es ser que jamás se reconstruye, y cuando no ha podido lograrlo, es objeto de burla para todo el mundo. ¡La solterona!
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Ella vivía amargada la más amarga de las vidas, peleaba a diario el sustento de sus hijos, pero no concebía que lo mismo que estaba haciendo bajo los ojos desaprobadores de su marido, lo podría hacer sin él.
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