el triunfo logrado en soledad es la única gloria real, puesto que no depende del favor ni el juicio humanos; pero en él reside también el más real y grave de los peligros espirituales: el del orgullo místico, la megalomanía mística, el divinizarse a uno mismo y creerse un elegido; lo cual es la mayor tentación y peligro en que puede hacernos caer el poder y dominio que otorga el ocultismo práctico.