Eleanor Rigby

—Ya tienen algo interesante de lo que hablar a la hora de la cena. ¿Y es que no cuenta mi propia impresión? Son siete malditas mujeres, Cassidy. Siete. No una, ni dos, ni cinco. Son siete.

Había algo en aquella mirada… Algo que le encogía el corazón y lo ponía a vibrar de compasión, en contra de todo lo que en realidad pensaba.

Si no tuvieras tanta facilidad para irritarme ahora mismo estaría postrado a tus pies.

Tan cómodo y natural… Y ella, tan rígida e introvertida, asustada por si alguien hacía algún comentario hiriente sobre su pasado.

Arian tragó saliva. Por un momento pareció asustado.

—¿Y si no puedo parar?

—Claro que puedes parar. Eres un maldito hombre, Arian, no un demonio poseído ni un animal con la rabia

Siento que me va a dar un ataque al corazón. Quiero aplastarte, mujer. Tenerte debajo de mí.

Cada vez lo encontraba menos desagradable y más como un bruto adorable, que no contento con despertar a veces su ternura, la desequilibraba con su curiosa seducción.

Estaba sumida en una tristeza que no sabía cómo arrancar de su corazón

Era absolutamente genuino, y eso le llenaba el corazón y la piel de un calor que quería que revistiera su cuerpo para siempre.

—Te quiero tanto que me duele. Pero más me quiero yo —esclareció—, y no puedo aceptar nada que no me respete, aunque sea involuntariamente.