Mientras el muchacho habla, un ejército de hormigas desfila por el suelo. Al verlas, el muchacho se echa a reír; a Indra se le ponen los pelos de punta y le pregunta: «¿De qué te ríes?».
El muchacho responde: «No preguntes si no quieres salir perjudicado».
Indra dice: «Pregunto. Enséñame». (A propósito, esta es una buena idea oriental: no enseñes hasta que no te hayan hecho una pregunta. Nadie cree tener la misión de instruir a otros).
Entonces el muchacho señala las hormigas y dice: «Todas ellas fueron Indras. A lo largo de muchas vidas se elevan de las condiciones más bajas a la más alta iluminación. Y entonces sueltan su rayo contra un monstruo y piensan: “Qué gran tipo soy...”. Y todo empieza otra vez».