para decirle a mi amigo, a mi querido amigo, que hoy vuelva a ser él mismo, que no dude, que no se deje doblegar por el cansancio, por lo absurdo, por lo banal y que no espere en soledad las glorias que para él reserva el príncipe de la dulce pena, un noble cuya melancolía derrama generosidad abundante para aquellos que saben interpretar el alma de las cosas