El intérprete que mejor supo expresar el gozo de las canciones de Berlin era un poco mayor que él, judío también —aunque lituano en lugar de ruso— y con el nombre igualmente anglicanizado para consumo popular, de Asa Yoelsen a Al Jolson. Su reputación ha quedado estropeada por la pintura facial negra que comenzó a usar antes de cumplir veinte años, aunque él siempre mantuvo —deformando un poco la verdad— que un «ayudante de camerino negro»(n66) le había dicho que así conseguiría más risas. La afilada película satírica de Spike Lee Bamboozled (2000) clavó la estaca definitiva en el corazón del sospechoso ritual del blackface, pero despreciar a Jolson, un genio del entretenimiento, porque siguió una tradición estrictamente ortodoxa es imponer valores actuales a un medio artístico de hace un siglo