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Con Trotsky: era morir en batalla tras haber disparado la última bala; era morir con entusiasmo, sin sentir las heridas. Con Trotsky: era el sagrado sufrimiento de la lucha; palabras y gestos que recordaban las mejores páginas de la gran Revolución francesa.
El “mañana” simplemente no existía; sólo había un breve espacio de tiempo caliente y humoso: el hoy. Y de él se vivía, como se vive en tiempo de cosecha
He aquí a una de las asombrosas mujeres que han salido de Jute. La llamaremos Elfriede y diremos que es hija de un velador de Schiffbek. El padre era conocido en la población por ser un menchevique ortodoxo, propietario de una espléndida carabina con la cual mantenía en orden y tranquilidad las zonas abandonadas y los edificios a su cargo, a los que los obreros llaman Hundebuden. Y así era.
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