Esther Vilar

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    El aspecto más frívolo de los «buenos modales» consiste
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    en que imponen al varón el papel de protector.
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    Y el hecho es que no hay razón alguna que impida una inversión de los papeles.
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    La citada pobreza de sentimientos de la mujer se manifiesta también en el hecho de que la mujer reprime las emociones del varón siempre que puede, y encima tiene fama de ser sensible y llena de sentimiento.
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    Este amaestramiento se practica en el caso de los niños varones mediante la autohumillación de la mujer («¡Los chicos no lloran!; ¡Tú no eres una niña!»). Esta doma no se practica con la niña, la cual aprende muy pronto a aprovechar en su
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    favor esa circunstancia.
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    Sería muy útil para los hombres saber que una mujer puede tener pensamientos helados y clarísimos mientras se le velan los ojos con las lágrimas.
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    varón es capaz de procurarse por sí mismo su alimento: el dinero pasa, al menos, por sus manos. Por eso sería hasta cierto punto insobornable si no sintiera otra necesidad muy intensa que no puede satisfacer por sí mismo: la necesidad de contacto físico con el cuerpo de una mujer. Es una necesidad tan intensa y el hombre experimenta tanto gusto al satisfacerla que aquí se encuentra quizás el motivo más robusto de su sumisión a las mujeres; es posible que el mismo placer de la ilibertad no sea más que una faceta de la sexualidad del varón.
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    Este tiene que satisfacer su necesidad, y el fundamento de la economía sigue siendo el trueque. El que pide la prestación de un servicio tiene que ofrecer a cambio algo igualmente valioso. Ocurre, empero, que los varones han llegado a encarecer hasta precios insensatos la utilización en exclusiva de una vagina. Esto permite a la mujer ejercer una explotación intensísima que supera ampliamente al sistema capitalista más conservador. Ni un solo varón se salva de ello.
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    Del mismo modo que no se pueden permitir grandes sentimientos, las mujeres renuncian también a una libido intensa (si no, ¿cómo se podría explicar que las chicas se nieguen al amigo que les gusta, pero sigan hablando de amor con él y respecto de él?). La mujer reprime la libido —siguiendo los consejos de su madre— ya durante la pubertad, en interés del capital que eso ha de rentarle más adelante.
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