HIJA: No, mamá, no tengo fiebre. Y si no lo intento, ¿cómo voy a saber si puedo?
CAMPESINO: Dios nos ampare. Nunca es bueno tener que ver con esa gente.
HIJA: Pero si es muy simple, papá. Usted nada más vaya al castillo y diga que su hija quiere participar en la elección de esposa para el príncipe.
CAMPESINA: Vamos a meterla en un convento o a amarrarla a la pata de la mesa. Nos va a dar un dolor de cabeza y nos va a meter en una situación bien complicada.
HIJA: Papá, vaya al castillo. Confío en que podré probar que soy igual o más inteligente que el príncipe. No vamos a perder la oportunidad de cambiar nuestra vida.
CAMPESINO: ¿Hija mía, qué me estás pidiendo?
HIJA: Alguien que te pide probar que eres más inteligente tiene la necesidad de demostrar su inteligencia. Esto nos da una pista: una persona realmente inteligente no necesita nada de eso.
CAMPESINA: Oye los disparates que dice, esposo mío.
HIJA: Papá, por favor, vaya al palacio y dígale al rey: “Puede comenzar los preparativos de la boda, que hay una mujer más sabia que el príncipe: mi hija”.
CAMPESINO: Niña, hija mía, ¿cómo puedes tener tamaña pretensión? Tú eres pobre. El rey te podría mandar matar solo por el atrevimiento.
HIJA: No se preocupe, papá. ¿No mandó él al mensajero a hacer el anuncio?
CAMPESINO: Tu determinación me impresiona. Me voy al palacio.
Canción: “Grande”, instrumental.