Alejandra Arévalo

Lo sabemos, sobre todo, porque los imperios cayeron sobre nuestros cuerpos. Aquí sabemos que nos creemos las unas a las otras y no necesitamos dar una vida en consecuencia.

ello se deduciría que la mujer tiene cabida en la Historia sólo en tanto muerta y que los cimientos de una ciudad son los cuerpos femeninos (y feminizados) violados

¿Pero qué carajo estás escribiendo, Livio?

¿cuánta fuerza hará falta para encajarse un puñal en el corazón? Ya no digamos la voluntad

Aquí sabemos que sus guerras también nos tocan, aun cuando ellos juran que nunca las peleamos.

Te mueves entre nosotras y tu silencio no es sino la perpetuación de tu voz a través de las nuestras.

Ellos no saben lo que es pensar que la herida nunca cerrará y que no importa lo que hagas: la vulnerabilidad y tú son la misma cosa. Se te nota como si trajeras una marca, como si fueras por la vida en carne viva.

Nuestra insurrección es seguir vivas.

Lucrecia se dispone a la escritura.

Como un tropel de gente ante un umbral,
sus ideas se empujan
para saber quién pasará primero

la pasión y la lujuria son eufemismos para nombrar lo que subyace en un acto de posesión perpetrado por varones que pueden hacerlo porque los demás lo permiten, porque han construido un mundo donde nosotras no cabemos