Pedro Lemebel

un palomar, apenas una barandilla para tender sábanas, manteles y calzoncillos que enarbolaban las manos marimbas de la Loca del Frente.

Todo el barrio sabía que el nuevo vecino era así, una novia de la cuadra demasiado encantada con esa ruinosa construcción. Un mariposuelo de cejas fruncidas que llegó preguntando si se arrendaba ese escombro terremoteado de la esquina.

Así la Loca del Frente, en muy poco tiempo, formó parte de la zoología social de ese medio pelo santiaguino que se rascaba las pulgas entre la cesantía y el cuarto de azúcar que pedían fiado en el almacén

Pero ella no estaba ni ahí con la contingencia política.

COOPERATIVA ESTÁ LLAMANDO: VIOLENTOS INCIDENTES Y BARRICADAS SE REGISTRAN EN ESTE MOMENTO EN LA ALAMEDA BERNARDO O’HIGGINS.

Retazos de una errancia prostibular por callejones sin nombre, por calles sucias arrastrando su entumida «vereda tropical». Su son maraco al vaivén de la noche, al vergazo oportuno de algún ebrio pareja de su baile, sustento de su destino por algunas horas, por algunas monedas, por compartir ese frío huacho a toda cacha caliente.

rosada del lavatorio.

Yo era un cacho amariconado que mi madre le dejó como castigo, decía. Por eso me daba duro, obligándome a pelear con otros niños.

buscando el sombrero amarillo, que estaba segura lo había guardado allí, en esas cajas, con los guantes de puntitos también amarillos y las gafas negras con brillitos como Jane Mansfíeld en esa película

los había mostrado a tanta amiga y las locas eran tan ladronas, tan pérfidas, tan envidiosas

Te acuerdas de aquella pareja del sombrero amarillo, cuando veníamos? Eran homosexuales mujer, dos homosexuales. Dos degenerados tomado el sol en mi camino