Alex Beard

La charla contenía ideas importantes: las tecnologías digitales permitían ahora acceso a todos los contenidos en línea, las metodologías podían aumentar de escala con rapidez, los profesores podían teletransportarse por todo el mundo. Pisándole ansiosamente los talones llegó la Academia Khan, una gigantesca biblioteca en línea de tutoriales

todo lo que había aprendido en mis propios tiempos de colegio y de universidad me decía que la educación era algo sencillo. Planteabas los problemas adecuados, diseñabas experimentos mentales interesantes y luego te sentabas a estimular las mentes y a discutir.

¿Cómo deberíamos abordar la educación en la actualidad? A lo largo de las páginas siguientes, voy a embarcarte en una exploración de lo que significa prosperar en el mundo rápidamente cambiante de hoy y de lo que podemos hacer para asegurarnos de que todos nuestros hijos prosperen

En este viaje, me hacía una y otra vez la pregunta central de todo aprendizaje: ¿por qué? ¿Por qué se parecen tanto las escuelas actuales a las escuelas de la antigua Atenas? ¿Por qué valoramos por encima de todo el éxito académico? ¿Por qué los niños son con frecuencia tan infelices en su aprendizaje? ¿Por qué nos empeñamos en seguir un modelo industrial que las empresas han dejado atrás? Y durante todo este recorrido me ha obsesionado una sola meta: mostrar cómo debería ser el aprendizaje en el siglo XXI.

todo cuanto he visto señala que estamos en el umbral de una revolución en nuestra forma de aprender.

Hacerlo mejor significa partir de la creatividad humana. Debemos asegurarnos de que los niños desarrollen los medios para expresarse y encontrar un lugar en el mundo. Esta erudición aplicada constituye nuestro más noble objetivo.

Al pensar de nuevo en el desarrollo humano, centramos nuestra atención en mejorarnos y actualizarnos a nosotros mismos, no nuestra tecnología.

debemos redescubrir las dimensiones éticas y humanas del aprendizaje. Ejercer el cuidado nos exige edificar nuestros sistemas en torno a valores compartidos, no a las nuevas tecnologías, y concebirlos como ecosistemas en lugar de como corporaciones. El bienestar de nuestra especie y de nuestro planeta depende del desarrollo de nuestra inteligencia social y emocional. Hemos de aprender a cooperar en la construcción del futuro que deseamos ver.

a menos que podamos adaptar rápidamente la forma en la que aprenden los niños a las necesidades cambiantes del mundo actual, corremos el riesgo de tener una generación perdida. Seiscientos millones de esos niños no están logrando adquirir los conocimientos básicos, y menos aún las herramientas que necesitan para triunfar el día de mañana

Si pensamos de nuevo, lo hacemos mejor y ejercemos el cuidado, podemos provocar una ilustración en la educación del siglo XXI que garantice que cada vez sean más los niños que realicen su potencial.