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Cynan Jones

  • Viridiana Carrilloje citiraoпре 13 дана
    Mientras mantenía la mirada fija en la profunda negrura exterior, una lechuza se adentró en la luz de los reflectores, planeó en silencio entre los graneros y desapareció, como si dejara a su paso un fantasma de sí misma, una blancura inconmensurable en el air
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    Ahora él, ofuscado por el esfuerzo del trabajo, no veía nada de eso
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    de la granja.

    Alzó la vista hacia las ramas deshojadas del fresno, volátiles y en cierto modo mastodónticas, elevándose a través de la luz de los reflectores, colocados a baja altura. Apenas se movían, por lo que el sonido parecía muy lejano. Un ruido blanco remoto. Un ruido portador de un murmullo primitivo y silente que evocaba la permanencia de la vastedad.

    Ese sonido parecía tangible en el aire, y en su presencia todo lo demás se percibía como silencio
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    invadió un hondo sentimiento de abundancia y felicidad, un sentimiento que la recorría sencilla y plenamente. Y entonces la yegua la coceó.
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    Sentía desaliento ante todas las cosas que había dejado por hacer, las cosas que no había arreglado
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    Tenía la mandíbula caída por el hábito del cinismo, lo que le confería el aspecto de estar por encima de todo.
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    Era el fragor breve y frenético de la matanza.
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    . Ahora sentía aversión por el hombre corpulento pero lo veía como un instrumento.
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    sa transformación que lo había convertido en algo que ya no conocía íntimamente. Era una conmoción visual.
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    Hubo una secuela. Aquello parecía un campo después de la batalla, la tierra ofrecía un aspecto inhóspito, la percepción de la luz era distinta. No veía los campos desde la casa, y se alegraba de eso. Los tocones dejados entre los setos y las angulosas ramas podadas de los avellanos estaban blanqueados y eran aún muy visibles. Tenían algo de acusador. Las hogueras no se habían consumido del todo y era necesario volver a encenderlas. Se apreciaba ya una marcada nitidez en las zanjas, una cuadratura reajustada en el campo
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