Dos Bigotes

Es difícil encontrar a un hombre a quien le guste tanto la literatura como el sexo. Si a ti te gustan ambos, llámame y podemos echar un polvo (quizás el de la página 39) y discutir estas historias. O proponme tú alguna lectura o alguna postura.

Y te voy a aclarar cuál es mi peso ideal. Mi peso ideal es tu cuerpo encima del mío.

Y tú, tú algún día dirás. Ella era única. Y era mía.

Tener tanto que perder es bonito.

—¿Qué pasa, su fetiche son los poetas?

—Al revés. Quiere ser el fetiche de los poetas.

Mediante una cuidada selección es posible crear lo que quisiera denominar el mito del logro aislado, esto es, la impresión de que a pesar de que X aparece en esta historia de la literatura o en ese plan de estudios o en aquella antología, solo se debe a un libro o a un puñado de (normalmente los mismos) poemas, y por tanto el resto de la obra de X se considera que no existe o que es inferior.

Resulta evidente que la etiqueta regionalista, con frecuencia aplicada a las escritoras, no solo indica que la autora en cuestión se centra en una región en concreto, sino que su obra está por ello limitada (y no resulta de interés «general») y por tanto su atractivo no reside principalmente en motivos literarios sino en su utilidad sociológica o cuasi-histórica. La autora «regionalista» es una escritora de segunda categoría, una documentalista fracasada.

ya somos la Generación Nini en versión gay. Ya no somos delgados, pero tampoco lo suficientemente gordos para ser osos. Ya no somos jóvenes pero tampoco lo suficientemente viejos para ser daddies. Ni una cosa ni la otra. Somos precisamente lo que no es fetiche para nadie.

Prueba de lógica marica

Si Juan tiene trece cervezas y nueve condones, ¿a cuántos amigos debe invitar a su casa esta tarde?

Veo que ya habéis hecho vuestras primeras elecciones. Pero si necesitáis alguna recomendación más… O sugerencias para buenas combinaciones de sabor, estoy a vuestra disposición.

Yo quiero vivir en ese otro universo, en el cual sí te besé en vez de reprimirme por temor a que fuera a estropear nuestra amistad.

Mirándote aún dormido, recorriendo con los ojos tu cuerpo desnudo debajo de la sábana, se me levanta la polla como la batuta del director, alzada y preparada para que comience la sinfonía.