Whitman, por cierto, tampoco consideraba intachable el comportamiento de Thoreau, pues, según lo que el poeta explicó a Horace Traubel, «estaba siempre haciendo cosas sencillas, sin aspavientos. Me gustaba todo eso de él. Pero la gran falla de Thoreau era el desdén —desdén hacia los hombres comunes, […] incapacidad para apreciar la vida del promedio, incluso la excepcional—, lo que me parecía falta de imaginación. Él no podía ponerse en el caso de otro, comprender por qué un hombre era así y otro hombre no, era impaciente con otras personas en la calle y así por el estilo. Tuvimos una candente discusión sobre eso; fue una amarga diferencia; resultó más bien una sorpresa para mí encontrar en Thoreau un caso tan grave de arrogancia» (en With Walt Whitman in Camden, antologado y traducido por Rafael Cadenas en Habla Walt Whitman, Valencia, Pre-Textos, 2008, p. 58).