Mariana Zapata

Aquella vez, sí que me salió un "puto", antes de que desapareciera.

Estaba a punto de decirle a Trey que no estaba interesada, pero en términos mucho más sencillos, cuando dos grandes manos se deslizaron sobre mis hombros. Dos pares de dedos fuertes se extendieron por mi pecho, las puntas peligrosamente cerca de mis pezones, eehh, tetas.

—Lo siento, Trey. Va en contra de la política, a menos que la señorita Iris quiera que la despidan —anunció la fría voz de Dex, mientras su agarre apretaba la parte superior de mis pechos—. Y eso no va a ocurrir.

¿Qué. Demonios?

Quizás pesaba más que la última compañera de Iván.

IVAN LUKOV. IVAN LUKOV. IVAN LUKOV.

Y más IVAN LUKOV.

Porque nadie recuerda el segundo lugar, a menos que seas Ivan Lukov. Y yo no era Ivan.

Estar celosa y amargada era lo que hacía la gente que no tenía nada mejor que hacer.

Nadie hacía nada con su vida si se la pasaba comparándose con otras personas.

Era fácil dar por sentado las cosas cuando pensabas que lo tenías todo.

Pero fue cuando empezaste a dar por sentado las cosas más básicas que la vida decidió enseñarte que eres un idiota desagradecido.

Como si no hubiera sacrificado relaciones y experiencias humanas normales por un sueño que una vez fue tan grande, que nada ni nadie podría habérmelo quitado.

Como si mi sueño de ganar una medalla de oro... de ganar al menos un campeonato mundial, incluso un campeonato nacional... no se hubiera roto en pequeños trozos del tamaño de un confeti a los que me seguía aferrando a pesar de que una parte de mí se daba cuenta de que lo único que hacía era perjudicarme más que ayudarme.

Después de tanto tiempo, después de tantos meses de estar sola... mi sueño podría haber terminado.

Y no tenía ni una puta cosa que mostrar.