Laura Moreno

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Olga González Ordóñezje citiralaпре 10 месеци
Miró el aire colorido, nada podía ser mejor. Valía la pena estar vivo. ¡Estar viva! Vivas nos queremos, se dijo.
En tres horas, en cuatro, tendría la oportunidad de dar consejos, de ser escuchada:
Uno: cumplan sus sueños.
Dos: lean El Aleph, de Borges.
Tres: si encuentran una lámpara maravillosa, no dejen pasar esa oportunidad.
Leticia descubrió en ese momento qué le iría a decir a su público, cambió sus palabras, y retuvo en el aire la respiración: inhalo, exhalo, repitió. La arena seguía húmeda, el sol empezaba a quemar, y se empezaron a desprender burbujas de hierbas, cada una con un sueño con la vida por delante. Era momento de cumplir con su instrucción
Olga González Ordóñezje citiralaпре 10 месеци
Sentí fuego. Ni les di tiempo de encenderla. Salí disparando. Corrí. Él me corría. Me alcanzó. No entendía nada. Me decía interminablemente qué había pasado. Pensó que me faltaba algún papel, que me habían rechazado porque era alérgica. Qué sé yo lo que me preguntaba.
Fue cuando lo abracé, y le dije que no estaba preparada. Estaba derrotada. Nunca iba a ser famosa. La convocatoria había sido falsa.
—¿Falsa? Por qué, me dijo.
Porque decía que era para bailar o cantar. No decía que era para hablar adelante de gente desconocida.
Mis cachetes iban a estallar. Estaban colorados de la bronca. Regresábamos, sin triunfo, con un novio que no paraba de reírse durante todo el camino de vuelta.
—Si te hubieras visto la cara, remató.
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