Laura C. Amaya

llegué a mi calle, un coche me pasó por el lado a toda prisa y solo pude escuchar una cosa.

―¡Ese culo!

―¡Gilipollas! ―le respondí de vuelta, agarrándome la falda del vestido por inercia.

La gente parecía tener menos cabeza que una pulga, de verdad

acercó una silla a mí y se sentó. Era muy extraño estar tan cerca de él cuando, unos días antes, nos estábamos observando de lejos.

―Ey, guapa ―me saludó.

―Eli, necesito que me vengas a buscar a casa, cuanto antes mejor...

―Joder, Libs ―se quejó―, tienes un coche, ¿sabes?

―Está en el taller. Debería llevarme a clase mi padre pero al final lo va a hacer Peter y...

―¿Peter está allí? ―Gruñó.

―En el salón de mi casa ―murmuré.

―Me cago en... Joder. ―Bufó―. Quédate en tu habitación, ¿vale? En cinco minutos llego a tu casa, te mando un mensaje y bajas.

―Gracias, Eli, de verdad.

―No me las des, Libs

Tenía una especie de magnetismo que me impedía apartar la mirada de él. No sé si era la seguridad que emanaba mezclada con un punto de chulería, o sus ojos grandes y verdes, o sus imponentes tatuajes. Dejémoslo en que era todo él

Blake no podía saber que había estado allí. Me estaría fastidiando todo el año, es como si ya pudiera verlo.

Alisé la parte donde yo había dormido, volteé la almohada y subí la sábana como si estuviera la cama hecha. Me detuve antes de llegar a la puerta y me quedé mirándolo. Por un momento me sentí una inmadura haciendo eso, huyendo de la casa de un “amigo” con el que creía haberme acostado para que no se enterara. Sin embargo, deseché rápidamente ese pensamiento

―¡Madre mía!

Y, todo seguido, se fue casi corriendo hacia el árbol. Mientras la seguía, fui sacando el móvil porque sabía a ciencia cierta que me pediría la foto. Lo observó admirada mientras una pareja se fotografiaba frente a él y, cuando fue nuestro turno, Liberty agarró mi móvil y se acercó a un guía que acababa de poner recto el cartel informativo.

―Disculpe, ¿nos puede sacar un par de fotos, por favor?

―Por supuesto.

Liberty sonrió agradecida y tiró de mí. Bien, yo eso no me lo esperaba.

―Puede sonar extraño porque a veces no lo parece, pero me cuesta muchísimo confiar en la gente. Siento que es muy fácil que me traicionen, por lo que soy muy selectiva y cuidadosa al dar mi confianza a alguien. Algunas personas la tienen a medias, pequeños trazos de ella, pero muy pocas las tienen completa. Mi madre, Violet, Elian, tú…

―¿Yo?

―Tú ―confirmó en un susurro.

―¿Por qué yo? ―susurré mientras le acariciaba con suavidad los brazos.

―No sé cómo, pero considero que la tienes absolutamente toda. Ahora mismo sabes mis más íntimos secretos y me siento segura porque sé que no saldrán de aquí. Siento que puedo decirte cualquier cosa y que no lo largarás, y me entenderás.

―Me alegra que hayas confiado en mí, Liberty. Jamás traicionaría tu confianza.

―Lo sé. Lo sé y lo espero…

Blake aún no sabía que había firmado el contrato de trabajo, así que le daría una sorpresa. Sabía que se alegraría por mí porque... porque es él.

Blake había pasado a ser mi perdición casi sin darme cuenta

Me había equivocado con él. Por lo visto ya podía ir hablándole de lo importante que era para mí la confianza, que él seguiría haciendo lo que le saliera de las pelotas

―Me siento… a salvo contigo. Me siento bien, Blake.

―Esa es mi intención ―susurró dejando un suave beso en mi frente