Los “antidepresivos” ocupan el segundo lugar en tipo de medicamentos recetados, después de los hipocolesterolemiantes (cuya indicación y utilidad son también altamente discutibles, tanto cuanto son rentables para los accionistas). Sin embargo, un estudio respaldado por autores reconocidos en 2012,[16] con decenas de referencias que confirman su propuesta, plantea que estas sustancias debieran dejar de llamarse “antidepresivas” porque confunden a los usuarios con una falsa anticipación. No está demostrado que sean superiores al placebo, que ofrezcan una relación riesgo/beneficio favorable y superior a los tratamientos alternativos, aumentan la ansiedad y la agitación así como las posibilidades de suicidios, interfieren con el funcionamiento sexual y favorecen el pasaje de la depresión a la cronicidad. Por lo tanto, da lo mismo llamarlos antidepresivos que antiafrodisiacos