Fernanda Trías

Tal vez para eso le había servido a Max el estoicismo, para mantenerse vivo a fuerza de incredulidad o indiferencia.

¿Qué es el silencio?
La pausa entre un pensamiento y el siguiente.

habría querido decir a papá que el mundo se hundía, que nosotros éramos el único mundo posible y que, de todas formas, terminaría por odiarlo.

De pronto me sentí perdida, como si estuviera dando vueltas en círculos en un lugar desconocido, buscando puntos de referencia que nunca iba a encontrar porque nunca antes había estado ahí. pero aún intentándolo, aún creyendo.

De pronto me sentí perdida, como si estuviera dando vueltas en círculos en un lugar desconocido, buscando puntos de referencia que nunca iba a encontrar porque nunca antes había estado ahí. pero aún intentándolo, aún creyendo.

Fue entonces que él me apretó la mano. Fuerte, con las últimas energías. Yo le devolví el gesto pero no me animé a mirarlo. Papá siempre había sido un misterio para mí, y ahora me apretaba la mano y yo no podía entender qué significaba eso, qué había significado para él cada rato que pasamos juntos.

La ciudad es otra cosa; una construcción hecha de personas, de afectos. Será por eso que, hacia el final de su vida, mi abuela se sentía desorientada, como si ya no perteneciera a la ciudad, porque casi todas sus amigas se habían muerto.

Todo coexiste. La cronología es artificial, solo determinada por la emoción.

Hay que llamar a las cosas por su nombre; la historia está fresca y el significante no perdona.

Cómo nombrar las cosas? Cómo acercarse lo más posible al asunto que se quiere contar, es decir, al corazón del asunto, no a la anécdota. Porque no se puede llegar a él en línea recta; hay que merodearlo, dibujar el contorno a partir de las múltiples vueltas y los múltiples intentos, de modo que al final el asunto quede expuesto como un hombre invisible al que se le ha tirado una sábana encima.