Esta situación se repite una y otra vez, especialmente cuando Wedekind atraviesa el disfraz de las cosas y penetra hasta su «verdadera naturaleza»: no se conforma con hacer ver, sino que nos obliga a tomar conciencia de lo que debemos ver. Se vuelve constantemente al público, porque en el fondo lo que quiere es exhortarlo, advertirlo, despertarlo.