Yrene sonreía y luego empezó a reír, como si ya no pudiera contener más su dicha. A Chaol le pareció el sonido más hermoso que había oído jamás.
Y le pareció que en ese momento, volando juntos sobre la arena, devorando el viento del desierto, el cabello de ella como una bandera dorada ondeando a sus espaldas…
Chaol sintió, tal vez por primera vez, que estaba despierto. Y estaba agradecido, agradecido hasta la médula, por eso.