—No te preocupes, no le diré a tu marido que estás obsesionada conmigo. —Jacks lanzó su manzana blanca y atrapó la fruta con la punta de su daga, una que Evangeline reconoció con otra oleada de mortificación. Era el cuchillo con la empuñadura de joyas azules y púrpuras, el que ella le robó y después perdió.
—Espero que no te importe que lo haya recuperado. —Jacks giró la daga hasta que las piedras preciosas atraparon la luz de las velas—. Y no te preocupes, tampoco le diré a Apollo que te he descubierto con mi cuchillo. Es mi amigo, después de todo, y no me gustaría que se pusiera celoso