Una sangre se desprende de tres versos de Miguel Hernandez; avanza por espejos y páginas, por calles y fenómenos, por presencias y conjeturas, por frutas y piedras; se detiene solo para profundizar en la virtualidad del movimiento. Avanza de nuevo, como si el libro se leyera, o mejor todavía: como si nos leyera, transformándonos. El conjunto de estos poemas están animados en dos direcciones simultáneas y en apariencias contradictorias: hacia la unidad, hacia la dispersión.