Porque, aquí sola, primero tengo que abandonar el mundo y todas sus queridas y tentadoras cuestiones humanas, primero abandonarlo y luego abrirme a esa otra marea, la vida interior, la vida en soledad, que va creciendo muy lentamente, hasta que, como la anémona, me abra para recibir lo que pueda traer.
No siempre trae felicidad, pero el tipo de vida que suscita es siempre muy especial.