He de responder con las palabras de Gurdjieff, según las consigna Ouspensky: «Si hubieses comprendido todo lo que has leído en tu vida, sabrías ahora lo que buscas».
Esta declaración merece ser meditada profundamente. Revela la verdadera conexión que existe entre los libros y la vida. Nos dice cómo leer. Prueba —para mí, de todos modos— algo que he reiterado muchas veces, o sea que la lectura de los libros debe hacerse por el placer de la corroboración y que ése es el descubrimiento final que hacemos sobre los libros. En cuanto a la verdadera lectura, procedimiento que nunca se acaba, puede hacerse con cualquier cosa: una hoja de hierba, una flor, el casco de un caballo, los ojos de un niño cuando miran extasiados de maravilla, el porte de un auténtico guerrero, la forma de una pirámide o la serena compostura grabada en la estatua de todo Buda. Si la facultad indagadora no ha muerto, si el sentido de maravilla no está atrofiado, si hay verdadero hambre y no simple apetito o deseo, es imposible dejar de leer a medida que se avanza. El universo entero se convierte entonces en un libro abierto.