Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.

Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.

El abrazo más necesario. Somos también lo que hemos sido para las demás.

siempre pensé que mi padre no quería conocerme, pero ahora entiendo que era yo quien no quería conocerlo a él. […] no es a él a quien no quería conocer, es a mí mismo

Tomo la La invención de la soledad, ese clásico sobre la muerte de un padre. Me expulsa la presteza con la que Paul Auster resume una vida, la de su padre, en adjetivos filosos y convencidos de sí

Siempre he sentido afinidad por el Oulipo. Más allá del pequeño detalle de que a lo largo de su historia las mujeres no eran precisamente una constante entre sus filas, a veces me considero una recluta digna. Ahora, por ejemplo, tejo un duelo hilando libros. Hago de un objeto una estructura y un significado

Cada vez que compro un libro imagino la fatalidad de una mudanza. Su figura tridimensional, encarnada en unos inocentes 880 gramos en promedio, se vuelve un oprobio de grandes proporciones cuando se une a un ejército de sus iguales. Esto claro, dado el caso de que tu departamento nunca sea tuyo y tengas que mudarte una y otra vez.

Cada vez que compr

Pero, contrario a lo que mi elección profesional podría insinuar, soy un alma práctica y pronto me di cuenta de que, en estos tiempos de desposesiones, una biblioteca personal es, primero que nada, una monserga

Un escritor que dejó de escribir porque «ya no podía». Estancado y enfermo, amargo en muchos puntos; amoroso en otros.
¿En qué momento la vitalidad comenzó a gotear de sus venas hasta corroer todo a su alrededor