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Maya Angelou

Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado

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  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    La mujer negra se ve atacada en la juventud por todas esas fuerzas comunes de la naturaleza y, al tiempo, atrapada en el triple fuego cruzado del prejuicio masculino, el ilógico odio blanco y la falta de poder de los negros.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    Comprendía la perversidad de la vida, la de que en la lucha estriba la alegría.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    «Somos las víctimas del robo más completo del mundo. La vida requiere contrapesos. Que ahora cometamos algún hurto carece de importancia». Esa creencia resulta particularmente atractiva a quien no puede competir legalmente con sus conciudadanos.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    Todo progreso particular contribuye a los progresos de la colectividad.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    A mí me resultaba imposible considerarlos delincuentes ni sentir otra cosa que orgullo ante sus hazañas.

    Las necesidades en una sociedad determinan su ética y en los guetos negros americanos el héroe es aquel al que ofrecen solo las migas de la mesa de este país, pero con ingenio y valor consigue darse un festín de Lúculo.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    me identificaba con los tiempos y la ciudad.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    «Annie, mi norma es la de que prefiero meter la mano en la boca de un perro que en la de un negro».
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    «¿Annie?».

    «Sí, señor dentista Lincoln».

    Estuvo buscando palabras como quien busca conchas. «Annie, ya sabes que no atiendo a negros, a personas de color».
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    terriblemente injusto tener dolor de muelas y de cabeza y al mismo tiempo haber de soportar la pesada carga de ser negra.
  • Noé ✨🐞je citiraoпрошлог месеца
    La Yaya llamó a la puerta trasera y abrió una joven blanca que mostró su sorpresa al vernos allí. La Yaya dijo que deseaba ver al dentista Lincoln, que le dijera que había venido Annie. La joven cerró la puerta con fuerza. La verdad es que la humillación de escuchar a la Yaya dar a la joven blanca su nombre de pila, como si no tuviera apellido, fue equiparable al dolor físico.
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