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Julia Quinn

Por Un Beso

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  • Ailen Varaje citiralaпре 9 месеци
    Dile lo que sea que te dicte tu corazón —dijo. Curvó los labios en una sonrisa pícara y añadió—: Y si eso no resulta, te sugiero que cojas un libro y le golpees la cabeza con él.
  • Ailen Varaje citiralaпре 9 месеци
    Lección Número Uno en el trato con lady Danbury: Nunca reveles debilidad.

    Lección Número Dos (lógicamente): En caso de duda, ve a la Lección Número Uno
  • Ailen Varaje citiralaпре 9 месеци
    algunas cosas llegan como un relámpago; y que hay ciertas cosas que uno simplemente las sabe sin ser capaz de explicarlas.
  • Ailen Varaje citiralaпре 9 месеци
    La verdadera pregunta es: ¿estarás tú seguro con ella?
  • Ailen Varaje citiralaпре 9 месеци
    era en realidad muy inteligente y tenía un corazón de oro.

    Un «retorcido» corazón de oro.
  • Alexaje citiralaпрошле године
    Jamás he dicho que sea un modelo de bondad y luz
  • Alexaje citiralaпрошле године
    Si deseara caerle bien a todo el mundo, tendría que ser amable, encantadora, sosa y aburrida todo el tiempo, ¿y qué diversión habría en eso
  • Ivanna Peñaloza Acevedoje citiralaпре 2 године
    —No te voy a decir ninguna palabra indecente más en italiano —le advirtió.

    Él se echó a reír.

    —Entonces dejaré de pasarle billetes de libra bajo cuerda a la signorina Orsini con la condición de que te enseñe palabras indecentes.

    Hyacinth lo miró horrorizada.

    —¡No has hecho eso!

    —Pues sí.

    Ella frunció los labios.

    —No tienes cara de estar ni una pizca arrepentido.

    —¿Arrepentido?
  • Ivanna Peñaloza Acevedoje citiralaпре 2 године
    Cuatro años después, lord Saint Clair se cayó de su caballo durante una partida de caza del zorro y su muerte fue instantánea. Gareth asumió el título y la familia se trasladó a su nueva residencia de ciudad en la casa Saint Clair.
    Eso fue hace seis años. Desde entonces Hyacinth no ha parado de buscar las joyas…
  • Ivanna Peñaloza Acevedoje citiralaпре 2 године
    —Hyacinth —dijo él—. Hyacinth.

    Ella asintió, o al menos le pareció que asentía.

    Él le apretó la mano y se incorporó.

    —Nunca me imaginé que tendría que decirte esto, a ti, pero ¡por el amor de Dios, mujer!, ¡di algo!

    —Sí —dijo ella, arrojándose en sus brazos—. ¡Sí!
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