Cuentos de invierno

Vuestra inteligencia elevada y pura es como esas nieves que coronan las cimas de los Alpes. Dominando la tierra, permanecen serenas y vírgenes en su intachable blancura, y sólo ven la nube que pasa besándolas humildemente, el sol que las acaricia con sus primeros rayos, la luna que refleja en ellas su mirada melancólica, y el cielo que las cubre amoroso con su manto azul. Hasta ellas no llega el polvo de los valles, ni la espuma impura de los torrentes, ni los rojos fulgores del incendio, ni los rugidos de las fieras, ni los clamores desesperados de las víctimas humanas.

Tengo que asistir, pues, todavía durante muchos meses a este combate en que yo hago el papel de vencido sin haber entrado en lucha

Yo no la veía sino por instantes y al soslayo.

corre una brisa tibia y juguetona que hace ondular las aguas azules, las velas de los barcos y las cortinas de las ventanas y de las góndolas

En efecto, nos hallábamos delante de aquella mansión aristocrática y célebre sobre la cual flota, como una aureola luminosa y eterna, la romanesca historia de amores de Bianca Capello, de aquella mujer hermosa y apasionada cuya vida, como la tierra, tiene la mitad bañada por la luz y la otra mitad envuelta por la sombra.

En la tarde, una hermosa tarde, de cielo sin nubes, decidíme a salir, para echar la primera ojeada a la ciudad soñada tanto tiempo y en la que pienso vivir y morir

Me era preciso amar

Figurábanseme todas pérfidas, todas dispuestas a traicionarme por el primer calavera de más edad que yo, que se les presentase

Todo hombre que deseara tener una carrera científica, debía comenzar entonces por saber latín

En algunos de esos colegios donde los estudiantes dormían en un largo salón, el susodicho padre maestro o prefecto obligaba a todo el mundo a saltar del lecho a medio vestir