Viajes Con Mi Tía

La vida solo es soportable cuando es uno solo el que sufre. Es fácil soportar el propio sufrimiento, pero no el de los demás.

Yo era un hombre maduro. Pero apoyé la cabeza contra su pecho y dije:

—He sido muy feliz. Pero me he aburrido tanto…

—Es extraordinario. ¿Y dice usted que era analfabeto?

—Eso lo ayudó en sus falsificaciones. Por ejemplo: no tenía la menor idea de cómo se escribe una carta. Para él, una carta era simplemente una forma abstracta. Es más fácil copiar algo que no tiene sentido.

Ahora que estamos más allá de las necesidades sexuales, el matrimonio no ofrece el riesgo de la infidelidad o el aburrimiento.

Espero que no repetirán nuestro error y que no inventarán la rueda.

—Te pesa la soledad —dijo mi tía—. Eso es todo.

—Debes quererlo mucho. ¿Se lo merece?

—Para mí, sí. Me gustan los hombres insensibles, Henry. Nunca quise a ningún hombre que me necesitara. Una necesidad es una flaqueza.

—¡Vamos, no se habrá olvidado del viejo Wordsworth! —exclamó tomándome las dos manos y riendo con tanto entusiasmo que me roció la cara con su alegría.

A veces pienso que nuestra vida está hecha más por los libros que leemos que por la gente que conocemos: en los libros aprendemos, de segunda mano, qué es el amor y el dolor. Aun cuando tenemos la suerte de enamorarnos es porque nos hemos dejado influir por lo que hemos leído. Si yo no había llegado a conocer el amor, era porque en la biblioteca de mi padre faltaban los libros adecuados.

Como Scott, Palgrave conservaba las huellas de las lecturas de mi padre: los ángulos de las hojas doblados.