La verdad no nos hace más bondadosos ni más libres ni más nada. La verdad, desprovista de cuidado y de un criterio ético sobre un vínculo, funciona más bien como un lavado de culpas de quien lo dice. «Pero te dije la verdad» es casi una afirmación irresponsable si lo que buscamos es relacionarnos con cuidado, claridad y en paridad. Pensar en relacionarnos con otros criterios, diferentes a la vetusta honestidad, es fundamental para no repetir esos fiascos del pasado.