Los mal casados de Valencia. Guillén de Castro
Fragmento de la obra
Jornada primera
Salen Valerián y Hipólita.
Valerián: Téngote infinito amor;
escucha.
Hipólita: Bueno sería…
Esto merece quien fía
de ti su hacienda y honor,
pues alargando el poder,
con infame presupuesto,
dejas de mirar por esto
y miras a su mujer;
refrena tu libertad
o vete de mi presencia;
que entre amigos el ausencia
es prueba de la amistad.
¿No advirtieras, alevoso,
que quien de ti se ha fiado,
está ausente y es honrado,
es tu amigo y es mi esposo?
¿No ves, aun estando ciego,
tu locura y tus antojos?
Valerián: ¿Qué importa, si de tus ojos
vi salir rayos de fuego?
Y aunque los vi, tales fueron,
que la huida me estorbaron,
porque en mi pecho se entraron
tan presto como salieron;
pues si me siento abrasar
con ellos el pecho mío,
esclavo de mi albedrío,
¿qué haré?
Hipólita: Morir y callar;
amistad de tantos años
olvida tu pecho injusto
por el fin de solo un gusto,
principio de muchos daños.
Vete, que sin duda imitas
al más traidor corazón.
Valerián: No encarezcas mi traición,
porque mi amor acreditas.
Hipólita: ¿De qué suerte?
Valerián: Escucha un poco,
espera.
Hipólita: ¿Qué he de escuchar?
Valerián: A mí me quiero alabar,
en prueba de que estoy loco.
¿Soy bien nacido?
Hipólita Sí.
Valerián ¿Estoy
obligado a tu marido?
Hipólita Sí.
Valerián Y honrado ¿habrélo sido?
Hipólita Sí.
Valerián Pues mira lo que soy,
y tu corazón se ablande,
de tan grande amor movido,
que en lo mucho que ha vencido
echarás de ver que es grande;
y si esto adviertes, verás
que mi gusto satisfaces
cuando más traidor me haces,
porque le acreditas más.
Hipólita Suelta.
Valerián Dichoso traidor.
Hipólita Y yo desdichada, ¡ay triste!
Valerián Pues en mi traición consiste
la fineza de mi amor.
Sale Galíndez, escudero viejo.
Galíndez Hoy se acaba de tu ausencia
el pesar.