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Celeste Ng

Todo lo que no te conté

  • Ale Gachuzje citiralaпре 4 године
    Estar con ella le hacía sentirse completamente bienvenido, completamente en casa, como nunca en su vida.
  • Ale Gachuzje citiralaпре 3 године
    Aquella noche, aquella seguridad, le parecen ahora muy lejanas, como algo que el paso de los años ha vuelto pequeño. Sensaciones de antes de tener a sus hijos, antes de casarse, cuando todavía era una niña. Lo entiende. La única posibilidad es seguir adelante. Aun así, parte de ella anhela retroceder por un instante, no para cambiar nada, ni siquiera para hablar con Lydia, ni para decirle nada. Solo para abrir la puerta y ver allí a su hija, dormida, una vez más, y saber que todo está bien.
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    ¿Qué convertía algo en valioso? Perderlo y encontrarlo.
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    Hasta ese momento Lydia no había sido consciente de lo frágil que era la felicidad, de que, si no tenías cuidado, podías volcarla y hacerla añicos.
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    Así es el infinito, pensó. Su claridad la abrumaba, eran como aguijonazos en el corazón.
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    Igual si se queda completamente quieta, sus padres dejarán de hablar. Si consigue que el mundo se quede inmóvil, todo saldrá bien.
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    Lo ha reconocido al instante: amor, adoración sin corresponder como una pelota que se lanza sin ser devuelta; amor cauto, callado, que persiste pese a todo.
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    Miró la gota de agua sin moverse como si fuera un insecto raro que pudiera echar a volar. Entonces, sin mirarles a ninguno, se llevó la mano a la boca y lamió la gota como si fuera miel.
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    Más todavía: en el instante en que la tocó supo que lo había malinterpretado todo. Cuando las palmas de las manos de Nath entraron en contacto con sus hombros, cuando el agua se cerró sobre su cabeza, Lydia había sentido un alivio tan inmenso que había abierto la boca para tragar una gran bocanada de agua. Se había dejado empujar con tal entusiasmo, había caído al lago con tal resolución que los dos lo supieron: que Lydia también sentía la fuerza de atracción que ejercía y no deseaba. Que el peso de ocupar el lado inclinado de la balanza vencida hacia ella era excesivo.
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    ¡Que siempre haya galletas en el frasco de las galletas!, decía. ¿Puede haber un símbolo más entrañable de un hogar acogedor?
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