Perro negro, 31 poemas

Viste, Séneca,

nadie ama a su mujer porque es hermosa

sino porque es la suya,

gobierna el movimiento y mis amigos

taoístas creen que estoy en sus filas

y entonces todas las gotas de la lluvia

caen sobre mi cabeza y entonces pienso que puedo vivir sin ella y yo

no sé nada de ella.

Ella mira escucha besa acaricia el cuerpo

de algún otro ciudadano con sus

redondas entrañas tristes

ella dice parecen flores del amor

y ella no sabe nada del amor

y entonces pienso que la debilidad

es la raíz de la fuerza y que lo inmóvil

Y entonces

me refugio en ciertas verdades elementales

que repito incesantemente

En ese sentido, más que preocuparse en construir imágenes inconclusas o valerse de símbolos ya manidos, el poeta optaba por desmontar las estructuras de su propia enunciación, por explorar las demás aristas de las palabras y, en especial, por dar cabida a la reflexión sutil y punzante en sus versos.

Su apuesta estética —y solitaria— no era por los significados, sino por los significantes.

En la cafetería de los 10000 cafés

las moscas hacen una escala técnica

en su ruta hacia el próximo estiércol.

Mi fe en el año 81 es ciega.

Por ahora

abastecer de combustible a las moscas

es suficiente.

Antes un arcoíris que amarte, pequeña,

ya no te quiero

ahora amo a una mujer

que disuelve sus cuerpos

en las lluvias del otoño

iluminada/anudada/inundada

por el neón brillante

del poste de alumbrado público.

Las personas que he amado

se han ido. Ahora

tengo el corazón(

contento tengo el corazón

contento lleno de alegría)

deshabitado

Entonces dejaste el deporte

y comenzaste a engordar

por el tiempo en que te dije

que ya no te quería

y todo por una rubia hermosa

que conocí de pura casualidad