Señoras que se empotraron hace mucho

Siempre ayudo a otra gente; si se lo merecen o no, eso viene después. No todos se merecen el esfuerzo, pero el esfuerzo siempre merece la pena»

Las últimas palabras de Willem Arondeus, que había sido el jefe de la operación, fueron: «Que se sepa que los homosexuales no somos cobardes».

Frieda la describe como uno de los grandes amores de su vida, pero reconoce que Henriëtte daba muy poco y exigía mucho (también admite que a ella le parecía bien, porque ella siempre tuvo mucha devoción por dar).

Y esta es la historia de Josephine Baker. Pionera, revolucionaria, una mujer que cambió el mundo a través de la inteligencia, la subversión y el escándalo y que dejó una huella profunda en la historia y, espero, en vuestra memoria

«Colette, que ama la comida y en exceso; que ama el sexo y en exceso; que piensa en el dinero como una campesina mientras lo derrocha. Pero Colette, que adora el viento y la lluvia, el mar y la tierra… una gran mujer y una maestra escribiendo».

Ya sabéis lo que suele pasar con estas cosas y con el pensamiento un poquito retrógrado

La novela resultante fue Claudine en el colegio, un texto semiautobiográfico de su juventud, sus días de colegio, con observaciones afiladísimas sobre profesores y compañeras, y sus primeros escarceos sexuales y románticos con otras chicas.

Siempre le tendré un cariño especial a Natalie Clifford Barney, a la criatura indestructible que hizo todo lo que pudo para dar historia y comunidad a los suyos cuando no la tenían, y que murió a los noventa y cinco años y se convirtió en la gran olvidada de su generación entre los nombres de aquellos a los que lanzó a la fama y a los que tanto ayudó.

Natalie quería ser libre y ayudar a que otras como ella lo fueran. Y lo hizo. Emocional, económica y socialmente, dedicó su vida y gran parte de su fortuna al feminismo, al pacifismo y a la lucha por una existencia digna de las señoras que empotraban a otras en una época en la que el mundo no era amable con las mujeres que se amaban.

Examen sorpresa: ¿sabíais que Oscar Wilde tenía una sobrina que empotraba señoras? Pues la tenía. De hecho, había bromas en la época que decían que era la única Wilde a la que le gustaban las mujeres.