En el cambio repentino de ilegitimidad a hiperlegitimidad, pregonada bien alto, pervive la intranquilidad inicial de la empresa revolucionaria. En ninguna característica se refleja esto mejor que en el afán del régimen por la inclusión total de los procesos de trabajo, vida y pensamiento en un denso código de prescripciones y controles. Una síntesis sin precedentes de nerviosismo y burocracia es el resultado del empeño. Por la búsqueda de sostén en la caída hacia delante surge el paraíso de la hiperregulación.