A veces pienso que escribir es como instaurar un paisaje. Las islas, y en mayor medida las islas desiertas, son para ello materiales nobles, su componente geológico esboza ya una escritura, alberga un relato. Diseminadas en el mar, las islas surgen como crisoles de ficciones, o imanes dispersos en el imaginario. Emergen de repente, formas finitas en medio del infinito, formas cuyos contornos pueden apreciarse y que pueden sostenerse con un solo gesto, como se sostiene un guijarro en el puño, como se enmarca una imagen en el objetivo de una cámara fotográfica, es un espacio claro que impone sus contornos, creando de inmediato un interior y un exterior: las islas son como las ideas.