La Academia. Segundo libro

—Me preguntaste si tenía un plan, ¿no? Pues la respuesta es que sí, tengo un plan. Quiero llegar a ser la mejor de todos. La mejor para los profesores. Quiero que se fíen de mí

—Vaya, menudo capullo está hecho Falkenhayn —le dijo Mathias durante el almuerzo—. Te ha tendido una buena trampa. Además, ese libro, quién se lo habrá leído…

—Llevaba razón —respondió Twelve secamente—. Tendría que haber estado preparada. Me lo hizo llegar, y yo fui una idiota al no leérmelo.

—Te has vuelto loca, ¿verdad? Solo ha querido dejarte mal delante de todos…

—Pero podría haberlo evitado, si hubiera estudiado como debía. Piensa qué habría pasado si yo le hubiera respondido bien.

Mathias sorbió un par de cucharadas de sopa.

—Es verdad que me la tenía preparada —continuó Twelve—. Pero cómo quedar ante ello dependía de mí. Podía haberos impresionado a todos. Y, en cambio, ha pasado lo que habéis visto.

Estoy sola, Lobo, en medio de mis amigos. Ellos me sirven como escudo. Pero yo, protegida por ellos, no siento nada.

Estaba tibia.

Viva.

Se la estrechó.

Y luego se acariciaron las muñecas, los dedos.

Se acariciaron las manos, manos presas que por fin habían roto la barrera que las había mantenido separadas.

No era una chica de lágrima fácil, pero todo tenía un límite. Y ya hacía bastante que había superado el suyo.

Así que lloró. Y le sentó bien

Todo habría sido distinto, sin duda. Pero ¿habría sido mejor? Le hubiera gustado conocer la respuesta, pero no la tenía

Luego volvió a metérselo en la boca.

—Una chica —murmuró Twelve—.

—Una chica —murmuró Twelve—. Con una máscara de hierro ocultándole el rostro.

Él se giró.

—Creo que era Amaryllis —añadió entonces Twelve.

en la boca.

—Una chica —murmuró Twelve—. Con una máscara de hierro ocultándole el rostro.

Él se giró.

—Creo que era Amaryllis —añadió entonces Twelve.