No recuerdo toda la historia con detalle, hace demasiado tiempo de eso, pero puedo asegurarle que en el verano de 1975, el verano que Harry Quebert llegó aquí, Nola tuvo una relación con un hombre de unos cuarenta años.
—¿Cuarenta años? ¿Recuerda usted su nombre?
—No hay manera de que lo olvide. Era Elijah Stern, probablemente uno de los hombres más ricos de New Hampshire.
—¿Elijah Stern?
—Sí. Ella me contaba que debía desnudarse para él, obedecerle, dejarse hacer. Tenía que ir a su casa, en Concord. Stern enviaba a su hombre de confianza a buscarla, un tipo raro, Luther Caleb se llamaba.