La dictadura del coaching

QUÉ ES EL COACHING?

Vikki Brock, en su Guía de la historia del coaching, después de una declaración de intenciones de poco menos de seiscientas páginas, lo define de la siguiente manera: «Uno de los escenarios futuros del coaching es la perspectiva de que el coaching se convierta en la visión mundial dominante y en una cultura global. En este futuro el coaching es: 1) Un movimiento social abierto y fluido. 2) Se extiende viralmente en todas las relaciones e interacciones humanas. 3) Se entreteje en el tapiz de la vida. 4) Es el proceso de comunicación y estilo preferido en la interacción humana»[

La dictadura del coaching es un escenario que, favorecido por factores socioeconómicos, se propaga, viraliza e infecta nuestras sociedades. El coaching es un tratamiento del Yo en tanto que busca la prosperidad y la felicidad, pero es algo más. Desde el comienzo de estas líneas sospechamos que forma parte de una ideología, por lo que conforma una subjetividad que alimenta el Yo.

La deriva de las mentes del futuro nos domestica para ser el vencedor y «comernos el mundo». El encaprichamiento de quererlo todo no tranquiliza. Nada es suficiente

El ser humano de este siglo necesita una distracción para huir del vacío de las circunstancias.

Charlie y la fábrica de chocolate es la expresión de ese capitalismo salvaje que tiene en cadena perpetua a la humanidad entre el trabajo y el consumo, entre la realización y la alienación

En esta reinvención diaria de la efímera y constante novedad, donde tenemos que forjarnos con mil registros, perseveramos como forma de lucha. Hemos aceptado la creencia de que, si nos repetimos suficientes veces «podemos lograrlo», lo lograremos. Y en esas andan los yoes mientras el capital sigue su voraz curso histórico, utilizando la perseverancia como antídoto en desmedro de la trinchera de la igualdad.

El sueño de la prosperidad y la felicidad también domestica. Nadie persevera para retroceder o estancarse, se persevera para avanzar.

la domesticación significa la anulación de la voluntad. El ser domesticado acepta lo que hay, y la desobediencia implica el castigo. En este sentido, los nuevos centros de enseñanza de orientación personalizada –que llamamos centros de entrenamiento–, donde los profesores se transformaron en guías, y el alumnado tiene que saber quién es para descubrir sus talentos, domestican. La lógica del pensamiento positivo, del desarrollo personal, a fuerza de repetirse una y otra vez lo que quiere, un día lo consigue.

La adquisición de hábitos y costumbres que perduran en el tiempo funciona de esa forma, para aprehenderlas es necesario la práctica y la repetición. Cuando las costumbres son ejercidas con libertad y retornan un beneficio colectivo sin perjuicio de nadie, forman parte de un aprendizaje. Cuando los hábitos adquiridos agreden a unos en beneficio de otros y se instalan como obligación son producto de la domesticación. El aprendizaje respecto a la domesticación tiene libre voluntad.

Cuando alguien acude a la consulta de uno de esos terapeutas que vende sus servicios a un precio que duele pagar, suceden como mínimo dos cosas. Una, la obvia, es que pretende resolver un problema o una situación. Y dos, que está dando cuenta de que el espacio público, las instituciones públicas, no se han hecho ni se hacen cargo de su dificultad. Cuando acudimos a la consulta de un terapeuta, a la clase magistral de un gurú, a las sesiones de un coach, queremos saber qué nos pasa, por qué y cómo podemos solucionarlo. Esa visita, clase o sesión, que supone un robo para nuestros bolsillos y nos señala como huérfanos de conocimiento, es el más fiel testigo de un desahucio social. ¿Qué sociedad hemos construido, que es incapaz de satisfacer este deseo natural de saber, salvo arrojándonos en manos de estos nuevos sofistas, de estos glamurosos mercaderes del conocimiento