La reina de nada

—Y tú. —Me mira y curva los labios para formar algo que no termina de ser una sonrisa; es algo más y menos que eso—. Todo me resultaba ajeno, pero a ti te reconocí en todo momento.

Y cuando me besa, siento que al fin puedo volver a respirar.

No lo fuerces, Jude. Deja que fluya.

si no podía ser mejor que mis enemigos, entonces me volvería peor que ellos. Mucho mucho peor.

—Ella es mi esposa —dice Cardan, haciéndose oír entre la multitud—. La legítima reina suprema de Elfhame. Y su exilio ha terminado.

Entonces —dice, dando unas palmaditas en el diván, a su lado—, ¿no recibiste mis cartas?

etesto que te quiera.
—Él también lo detestaba —replico, con una risita más endeble de lo que me gustaría.
Nicasia me mira fijamente.
—No, eso no es cierto.

Mi dulce némesis, como me alegra que hayas vuelto.

Cuando Cardan me toca, quedo a merced del placer.

—Y tú. —Me mira y curva los labios para formar algo que no termina de ser una sonrisa; es algo más y menos que eso—. Todo me resultaba ajeno, pero a ti te reconocí en todo momento.

—No sabes cuánto tiempo he esperado para oír esas palabras —dice—. Para que me digas que no quieres verme muerto.