Cómo comemos

Que hayamos perdido la costumbre de cocinar es uno de los principales motivos por los que nos hemos convertido en una presa tan fácil para el marketing de los alimentos ultraprocesados.

han ido estrechando, sobre todo en lo que respecta a los propios ingredientes. Cuando la comida se convierte en un idioma común para todo el planeta, deja de ser comida en términos generales, al menos tal y como la concebían nuestros antepasados. Vivamos donde vivamos en el mundo, hay en marcha una impactante convergencia en lo que respecta a nuestros hábitos alimentarios

LA DIETA ESTÁNDAR GLOBAL

Hasta la fecha, casi todas las etiquetas alimentarias han fracasado estrepitosamente en la batalla contra las enfermedades relacionadas con la dieta, porque los mensajes son demasiado confusos o sutiles y no tienen en cuenta cómo se comportan realmente las personas en el supermercado. A menudo hay que entrecerrar los ojos para enfocar el texto de la etiqueta y conseguir adivinar cuál es el tamaño real de las porciones y qué intenta decir exactamente el sistema de códigos de color. Numerosos estudios han demostrado que los consumidores que ya prefieren los alimentos saludables tienen más probabilidades de usar los productos cuyo listado de nutrientes aparece en la parte frontal del paquete. La mayoría de las etiquetas alimentarias, por tanto, afianzan las desigualdades en materia de salud que su diseño venía a corregir.10
Chile decidió que sus etiquetas

Sin embargo, no alcanzaremos ese estado sin ayuda externa, lo cual implica que gobiernos y otras organizaciones tendrán que cumplir con su parte antes de culpar otra vez a la comida.

El artículo de Yoon parecía confirmar lo que muchos llevaban tiempo sospechando: que a pesar de toda la obsesión foodie de la época actual, la población general en realidad no cocina mucho. Cuanto más idolatramos la cocina de alto de nivel que muestran los chefs en la televisión, más difícil nos parece reproducirla. Esto es lo que Michael Pollan denominó en 2013 la “paradoja de la cocina”: en el preciso momento en que externalizamos casi todas nuestras comidas a la industria alimentaria, de pronto nos empieza a interesar ver cómo cocinan otras personas.6

La mayoría de las noches seguía siendo ella quien se metía en la cocina a preparar todo desde cero y con la radio como única compañía. Todo ese ir de acá para allá y todas esas compras; todas esas excursiones de última hora a la caza de una cabeza de ajo; todo ese espacio que ocupaban en la cabeza los detalles insignificantes sobre lo que se comerían sus hijos y lo que no. Hay tantas mujeres que han dimitido de la carga de la cocina, observó mi amiga; y bien por ellas. Por un lado, le encantaría hacer lo mismo y, sin embargo, a pesar de su enfado, había algo que todavía la hacía retroceder y regresar a la cocina y al valor de la comida cocinada en casa

Como mujer que trabaja fuera de casa, no lograba entender por qué seguía recayendo en ella la tarea de pensar el menú de la cena para los cuatro miembros de la familia

La idea de que puede ser mejor ingerir lo que comemos a modo de combustible en vez de saborearlo representa un giro drástico en nuestros hábitos alimenticios, incluso aunque reemplazar todas las comidas de esta manera sea todavía un hábito minoritario

El psicólogo Barry Schwartz acuñó la expresión “la paradoja de la elección” para describir el hecho de que disponer de demasiadas opciones tiende a hacernos menos felices, no más. Los estudios sugieren que cuando a los consumidores se les da a escoger entre una selección de unas pocas mermeladas, acaban más contentos con el sabor de la que eligen que cuando se les ofrecen los distintos tipos de mermelada de un surtido mayor.